Mi primera novela online
Me despierto
porque me he olvidado cerrar la ventana y una corriente de aire que amenaza
tormenta me sacude. Ghato se ha colado en mi habitación y está durmiendo debajo
de mi cama, un trueno suena cerca de nosotros y le despierta. Miro el reloj,
son todavía las siete de la mañana pero no tengo ganas de dormir, me voy a
preparar un café bien cargado porque hoy me espera un duro día. Es martes, dos
de octubre, el cielo está nublado y no deja entrever el sol, acabo encendiendo
todas las luces porque no veo nada a mi alrededor. Jaime no tarda en levantarse
y agradece que el café ya esté preparado, se lo bebe deprisa y se marcha a
trabajar. Sandra todavía duerme e intento no hacer ruido para no despertarla,
ayer se quedó trabajando hasta tarde porque tenía que entregar unos bocetos.
Irremediablemente los truenos que cada vez son más intensos la acaban
despertando. Me dice unos buenos días bostezando y me pregunta cómo he dormido
después de lo que le expliqué ayer.
— He
descansado bastante –le respondo y esta vez no miento-. Si me he despertado
pronto es por el frío que se colaba por la habitación. Olvidé cerrar la
ventana.
Sandra sonríe
porque sabe que soy muy despistada. La lluvia que cae con fuerza me interrumpe.
— Hoy
te llevo a trabajar en el coche y así no hace falta que cojas el bus –me dice-.
Y ponte bien guapa –añade-.
Sandra nunca
me ha reñido por mi físico descuidado y su observación me sorprende aunque no
me lo tomo mal porque sé que tiene razón.
— ¿Cuánto
hace que no vas a la peluquería?
No le respondo
porque ni yo misma lo sé. Me voy al lavabo y me miro delante del espejo, mi
pelo encrespado, largo y completamente abandonado. Mis labios resecos, mis
ojeras marcadas, mis gafas que esconden la vida de mis ojos, mis orejas sin
pendientes, mi palidez característica que resalta los puntos negros de mi nariz…
La verdad es que el reflejo de lo que soy en la actualidad que me devuelve el
espejo no me gusta para nada. Sandra,
que me ha seguido hasta el lavabo, me dice:
— Necesitas
un cambio de imagen porque tú vales mucho, no sabes sacarte partido.
Y decido ir a
la peluquería esta tarde, después de ir a trabajar y antes de ir a terapia. Necesito
renovarme por dentro y por fuera, trasplantarme y podarme como planta que
necesita más tierra para poder continuar creciendo y evolucionando. Desde que
Nacho me dejó me he quedado anclada como barca sin marinero y a la deriva, ya
es hora que continúe con mi vida, el duelo que he sentido durante estos meses
merece llegar a su final.
Sandra aparca
el coche frente a la academia, abro el paraguas y entro. Luz ha llegado antes
que yo y ya está desnudándose frente a mí. Pensamientos masoquistas me
atormentan ya que intento ver si tiene alguna débil marca de Nacho sobre su
piel, alguna huella que le haga dejado fruto de su pasión, pero no, y enseguida
desvío la mirada hacia mis alumnos que por ellos estoy aquí y Luz no deja de
ser una decoración más del aula, un objeto al que pintar. Les digo a mis
alumnos que se den prisa porque la última media hora la dedicaremos a la
pintura abstracta como extra del temario. Las figuras orgánicas y el abstracto,
el tema que se me acaba de ocurrir para dejar que Luz se marche un poco antes. Luz
se vuelve a vestir sin protestar, un vestido a rayas verticales que le realzan
la figura y la hacen parecer más alta y abandona la escena caminando con sus
zapatos de tacón que hacen ruido sobre las baldosas. Entonces yo, empiezo a
hablar y a exponer mi teoría sobre el cuerpo humano y lo abstracto para que mis
alumnos no se den cuenta de mi maniobra. Ellos me escuchan atentos y al final
me hacen preguntas que no tardo en responderles y les avanzo que mañana será el
último día que verán a Luz para colorearla. Respiro aliviada porque
posiblemente no la vuelva a ver.
Si quiero ir a
la peluquería no tendré tiempo de pasarme a casa para comer, por eso decido
comerme un bocadillo de jamón york en un bar. Me pido una cocacola light para beber y siento como sus burbujas me petan
dentro de la boca. En la mesa de al lado observo como cuatro chicos se están
bebiendo unas cervezas, una tras otra, con su espumita y su frescor y me entran
deseos de acompañarlos pero mi conciencia frena el impulso que he sentido. Pago
en la barra lo que he consumido y entro en la peluquería. Sólo pido que quiero
un cambio de imagen y lo dejo en las manos de la peluquera que, después de
analizar mis rasgos y el tipo de mi pelo, se decide por sanar mi cabellera. Me
corta el pelo a la altura de la nuca y me lo peina con un aire desenfadado y
moderno. Me miro y me gusto por primera vez en mucho tiempo, después me depila
las cejas, más perfiladas y más estrechas, me hace una manicura francesa, y por
último, me maquilla como obsequio de la casa. Cualquiera diría que tengo una
cita, si sólo voy a terapia, pero lo que hecho con mi aspecto también lo
considero un tratamiento intensivo. El quererse empieza por uno mismo sino te
valoras tú, nadie lo hará por ti. Cuando salgo de la peluquería todavía me
sobra bastante tiempo para ir de compras, hace un montón que no renuevo mi
vestuario. Con el cambio de temporada aprovecho para comprarme una falda color
teja, unas camisetas estampadas de vivos colores y un vestido negro. La falda
nueva y una de las camisetas me las llevo puestas después de que la dependienta
corte la etiqueta. Ando por la calle con el paraguas cerrado en mi mano, el
cielo ya hace rato que se ha despejado, y en la otra llevo las bolsas de las
compras que he hecho.
— ¡Uau!
–dice Luís al verme-. Estás estupenda.
Hace tanto
tiempo que no oigo un cumplido que me sonrojo, me quito las gafas porque dentro
de la habitación donde hacemos la terapia no las necesito. Mi miopía también
necesitará unas lentillas para dejar apreciar mis ojos verdes. Próximamente iré
a una óptica para que me las hagan. Luis se me come con la mirada y yo me
siento al lado de Rebe que aunque triste parece que está algo mejor. Toni y
María no tardan en entrar, los dos charlando animadamente sobre una serie de
televisión que no he tenido oportunidad de ver por eso no puedo entrar en la
conversación. La psicóloga, Ana, se disculpa por no haber estado ayer, la
llamaron de la extraescolar que hacía su hijo para decirle que se había caído,
nada importante, un esguince en un tobillo pero tuvieron que esperar largo rato
en la sala de espera en el centro de salud.
— Ya
me han dicho que dos de vosotros os pasasteis por aquí –dice mirándonos a Toni
y a mí indistintamente-.
— Sí
–dice Toni-. Sólo quería comentarte que podríamos hacer una cena, hace mucho
tiempo que no salgo, evitando ir a los restaurantes para no caer en la
tentación de beber.
— Yo
también –le interrumpe Jesús-. Los camareros te miran con cara rara cuando les
dices que retiren las copas de vino y que sólo vas a beber agua.
— ¿Y
esos menús en los que te incluyen la botella de vino quieras o no? Que acabas
pagando por ella aunque no te la bebas… -apunta María-.
— La
sociedad acepta como algo normal el beber con moderación, claro está, cuando te
pasas, entonces te rechazan. ¡Son unos hipócritas! Está muy inculcado en
nuestra cultura, pero esto de la moderación es muy relativo. Uno, dos, ¿tres
vasos de vino? Al cuarto ya te miran mal –dice Jesús tocándose su barriga
cervecera.
— Sí
–digo yo-. En las cenas, si vas con amigos o con quien sea, te ofrecen beber, venga,
te invito a una cervecita. Y si les dices que no, encima te insisten. Venga,
vamos, sólo una, por una no pasa nada. ¿A qué no te ofrecerían con la misma
naturalidad una ralla de coca sobre la barra del mismo bar? –digo yo notando
que me estoy alterando un poquillo-.
Rebe ríe, la
primera carcajada que le oigo en bastante tiempo.
— A
mí me parece bien lo de la cena –dice al final-.
Ana también lo
encuentra una buena idea porque dice que será una experiencia totalmente nueva
para nosotros y decidimos salir este mismo viernes. Toni se encargará de
reservar mesa en un restaurante de la ciudad. Poder divertirme sin el alcohol
de fondo me crea un poco de nervios porque no sé si podré, estoy tan
acostumbrada a él, a la evasión que me produce, que esto de poder disfrutar de
una noche sin él, me resulta extraño. Pero lo quiero probar, una prueba más
para que me confirme que no lo necesito.
Continuará…
No hay comentarios:
Publicar un comentario