Frente al mar
huelo la sal que hay en el ambiente y pienso que mis heridas ya han cicatrizado
completamente gracias a ella. Sé que Luís ha tenido bastante que ver en este
cambio en mí, todavía no me he podido olvidar del todo de Nacho pero el dolor
ya se ha disipado, lo estoy olvidando poco a poco y el calor de los ojos
enamorados de Luís me ayudan a pasar página y a replantearme mi vida de nuevo,
lejos del alcohol, lejos de Nacho y de Luz, lejos de todo lo que significa
negativo para mí. Hemos ido a pintar porque tenemos permiso del Ayuntamiento,
clavamos los caballetes en la arena y empiezo con un poquito de teórica. Quiero
que mis alumnos capten la fuerza que tiene el mar en el mes de noviembre, que
se fijen en las luces, en la textura que lo compone. Hoy pintaremos una marina
realista, luego, otro día, intentaremos hacer un cuadro abstracto y más
personal a partir del realismo que aprecian nuestros ojos. A pesar de que
estamos en pleno otoño hoy hace un buen día, el sol ya hace rato que ha salido
y en medio del cielo claro nos calienta con sus rayos tímidos. Todos vamos
abrigados con abrigos o chaquetas gruesas, la brisa que corre es un poco
fresca, es la que me embriaga y me hace notar más la sal que se cuela hacia mi
nariz entrando por mis fosas nasales que la esperan con impaciencia. Les digo a
mis alumnos que si demuestran sensibilidad a la hora de crear otro día los
llevaré al puerto a pintar barcos. Mientras miro el mar vuelvo a sentir la
fuerza de la inspiración que me engulle y me arrastra a coger un lienzo, a
pintar de nuevo derramando mi lluvia de ideas sobre él. Y así lo hago, mientras
mis alumnos ya han analizado el entorno y lo han enfocado, yo me pongo en un
extremo con un lienzo y dejo que mi pincel se mueva rápidamente, expresando lo
que siento en este mismo instante. Una imagen vale más que mil palabras, es
difícil explicarme con ellas, descifrar el torbellino que me atrapó a la hora
de pintar ese cuadro que ahora que ya está acabado quiero regalarle a Sandra
para que lo cuelgue en su comedor. El otro cuadro, “Sensaciones mágicas de una
cueva”, reposa finalmente en la cabecera de mi cama y poco a poco voy haciendo
más personal mi cuarto.
Los días pasan
rápidos porque me dedico plenamente a lo que me gusta, a la salida del trabajo
normalmente me espera Luís y si no es así cojo el autobús hacia su piso. Nos
vemos prácticamente cada tarde y los fines de semana me he instalado en su
casa, para saborear de los días que no trabajamos haciendo cosas distintas que
normalmente la rutina diaria nos impide hacer. Hablamos mucho de nosotros y
entre los dos hemos dibujado un vínculo de complicidad que nos une. De vez en
cuando, como hoy, vamos a casa de Toni a jugar con sus videojuegos o a echar
una partidilla al futbolín. También ha
venido Jesús que ya ha terminado su jornada laboral del bufete de abogados
donde trabaja y María que se ha pillado unos días de vacaciones y continúa
estando algo decaída a pesar de que nos diga que está bien. Rebe es la única
que falta hoy porque tiene visita con el asistente social para ver si por fin
puede conseguir estar con sus dos hijos.
— ¿Qué
le pasa a María? –le pregunto a Toni-.
— Nada,
que Víctor la sigue presionando para que vuelva con él –me responde Toni en voz
muy baja-.
— ¡Qué
cansino el tipo éste!
— Pues
sí, la va a buscar al trabajo, la sigue donde va… Vamos, que la está acosando
bastante y María se siente muy agobiada. Por eso ha decidido venir hoy con
nosotros porque sabe que Víctor no se atreverá a seguirla hasta aquí.
Miro a María
desde donde estoy. Ha empezado a jugar sola a un juego de estrategia con la PSP,
se ha aislado completamente de nosotros y casi no habla. Se ha vuelto a encerrar
en sí misma como cuando era adolescente y Luz, su hermana, destacaba y la
dejaba en las sombras. María pasaba desapercibida en las aulas soportando en
silencio el bullying que le hacían sus compañeros de curso y el vacío que
sentía al llegar a su casa. Tengo ganas de acercarme a ella pero algo interior
me lo impide pues no sé cómo se tomará que intente entrar en su vida. Por eso
de momento me quedo donde estoy, sentada con un vaso de zumo de piña entre mis
manos, con Jesús y Luís a mi lado. Veo que Toni se acerca a María y mientras
hablan de algo que no puedo escuchar Jesús nos pregunta a Luís y a mí:
—
Por cierto, ¿qué vais a hacer para el puente de
la Constitución?
—
Pues no hemos pensado en nada –le respondo
sinceramente-.
—
Yo me voy a ir con mi mujer y mis hijos al
pueblo para que los niños vean a sus abuelos que hace tiempo que no los ven
–nos explica Jesús-.
Luís se ha quedado pensativo,
creo que Jesús le ha dado un empujón para decirme minutos después:
— Oye
Elisa, ¿te gustaría ir a una casita rural conmigo para el puente?
Esta dulce proposición me llena
de felicidad y no tardo en contestarle.
— Luís,
has tenido una idea magnífica –le digo dándole un beso cariñoso en la mejilla-.
— ¿Eso
es un sí?
— Claro.
Nos levantamos todos y Jesús le
dice en broma a María:
— María,
no nos acapares la PSP, venga, vamos a hacer unas carreras todos juntos por
turnos.
María resignada deja el juego en
el que está jugando y se separa un poco del grupo. Luís y Toni han empezado con
el simulador y yo creo que es el momento para acercarme a ella y así lo hago.
Lejos de preguntarle qué le pasa porque ya lo sé, le digo:
— María,
este vestido que llevas hoy te queda muy bien, te hace más delgada-.
— ¿No
lo dirás para burlarte, verdad? –contesta ella a la defensiva-.
— No,
María, te lo digo en serio -y es verdad porque es de un color oscuro que le
disimula sus formas y hace que su pelo de oro destaque más-.
— Es
nuevo, me dejé aconsejar por la dependienta de la tienda.
— Pues
te aconsejó bien, un día si quieres podemos ir de compras juntas.
— Bueno,
vale, pero yo acostumbro a ir a sitios de tallas grandes, no creo que sean para
ti –me contesta confundida-.
— Pues
te acompaño y si quieres después vamos al cine o donde te apetezca.
— ¿Sabes
dónde me gustaría ir? A un concierto de música. Hace mucho que no voy.
— Me
parece bien aunque la que me tendrás que enseñar a bailar serás tú.
Y de la cara
de María se desliza una tímida sonrisa y me dice:
— Trato
hecho.
— Pues
venga, que creo que ahora nos toca hacer la carrera de coches a nosotras.
Nos ponemos
con el juego y nos concentramos en él, veo que mis reflejos han mejorado
considerablemente desde que ya no bebo y me siento capacitada para sacarme el
carnet de conducir que lo he dejado más de una vez aparcado.
Por la noche
duermo en casa de Luís enredada en su cama, y a la mañana siguiente, él que se
ha despertado antes que yo me sorprende con un buen desayuno y con algo más.
— He
tecleado “Escapadas románticas” en el Google y me han salido infinidad de
resultados. ¿Qué te parece esta?
Y me enseña un
colorido de fotos de una casita rural muy cuca que se encuentra en el corazón
de los Pirineos.
— Tiene
hasta jacuzzi en el baño –me dice entusiasmado-. He llamado y está disponible.
¿Quieres que la reserve?
— Pero
valdrá mucha pasta, Luís –le digo-.
— No
tanta… Está de oferta, tú no pienses en esto. ¿Quieres ir, sí o sí?
Luís no me
deja responder otra opción y al final le rodeo el cuello con mis brazos y le
digo que sí.
El tiempo pasa
más lento ahora que sé que me espera un cálido puente en los Pirineos que
espero con ansia. Al final iremos en el coche de Luís que se ha comprado hace
poco y quiere hacerle unos quilómetros. Yo sólo me tengo que ocupar de hacer mi
maleta que dejo preparada antes de irme a trabajar y cuando acabe Luís me
vendrá a buscar a casa de Sandra para emprender el viaje. Me llevo toda la ropa
que puedo hacer entrar en la maleta y me cuesta bastante cerrarla pero al final
lo consigo. Miro el cuadro azul y mi cama, que ya hace días que he sustituido
la colcha fucsia por una funda nórdica del color del mar y, me despido por unos
días de mi cuarto. Sandra y Jaime también nos han imitado y también se irán
esta misma tarde a un hotel. Ghato se quedará solito por unos días, menos mal
que el vecino del segundo B se ha ofrecido a cuidármelo.
Continuará…
No hay comentarios:
Publicar un comentario