lunes, 29 de julio de 2013

Las golondrinas que no volverán

Voy a inventarme otra realidad que me invite a participar en la fiesta de la que no he sido invitada. Tú sonreías a la cámara, la música rellenaba el hueco de los altavoces con notas acertadas para acariciar el corazón más lejano. Yo de frente, mirándote a ti, porque el desamor no me había apuñalado. Todavía. Nunca debí cubrirme de escarcha, ocultándome tras el velo del ayer. No volverán las golondrinas a respirar en sus nidos. El tiempo, que pasa frenético, las ha acabado ahogando en el estanque del recuerdo opaco. Estás con otra o eso es lo que me parece vislumbrar entre las fotos de tu muro. Es ella tan diferente a mí o, yo tan parecida a ella, que las sombras femeninas desencajan mi cara por el asombro sufrido.



Otra mañana. Así es como transcurre la mañana monótona. Observándote, bajando la mirada, preparándote lo que queda del desayuno. Callada. Y esas mariposas ya estancadas pueden llegar a ser crueles porque ya no sienten. Sin valor por abandonarte. Así estoy, desnudándome y encajando en la maleta para meterme en su interior.  Vacaciones. Tiempo libre para salir de la rutina del pensar, para desaparecer sin dejar huella. Antes he olfateado tus zapatillas por última vez y te he dejado el periódico con la noticia que el abandono perruno se incrementa en esas fechas. No te olvides de mí.

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